Cuando nos preguntan por nuestra familia, solemos pensar en nuestra pareja, en nuestros hijos si los tenemos, hermanos, tíos y primos. Todas esas personas que forman nuestro núcleo más íntimo, uno de nuestros tesoros.
Pero sin duda, muchos tenemos la suerte de tener dos familias. Una la personal y otra, la laboral. Formada por un grupo de profesionales a los que conocimos un buen día y con los que comenzamos a pasar casi más horas que con nuestra familia ‘casera’.
Personas que pasaron de ser compañeros de mesa a confidentes, de ser los encargados de programación a ser los compinches ideales con los que comer cada día, de ser nuestros supervisores a personas con las que hablar de cosas importantes, no solo las del trabajo.
En definitiva, un grupo de profesionales que con el tiempo tuvieron motes, estaban rodeados de risas y buenos momentos, de confianza por saber trabajar en equipo y de horas y horas luchando por un esfuerzo común. Pocas cosas hay que unan más que eso.
Muchos expertos en materia laboral han señalado la tremenda importancia de trabajar para que haya un buen ambiente laboral. Generar relaciones, vínculos, sinergias comunes y patrones de comunicación saludables revitalizan la empresa y consiguen elevar la productividad.
Además, quien trabaja de buen humor y contento, suele emplear mejor sus horas que quien está harto tanto de su tarea como de quien tiene sentado a su alrededor. Eso no hace falta que nos lo diga ningún experto.
Son las empresas más punteras del mundo las que inciden de forma especial en cuidar a sus trabajadores. No solo con sueldos correspondientes a su valía y con vacaciones o bonos extra. También con experiencias agradables.
Son los buenos momentos vividos gracias a la empresa los que nos hacen valorar el tipo de trabajo que tenemos. Porque quizás nos hayamos pasado una semana luchando con un cliente, sudando para acabar un informe y cerrando una venta que parecía imposible. Pero si después además de obtener la satisfacción de haber acabado, también sabemos que nuestra compañía va a gratificar los esfuerzos con una jornada especial, todo es inmejorable.
Sentirnos cuidados es una sensación magnífica, sobre todo cuando sabemos que la compañía no lo hace solo porque quiere que estemos bien y que trabajemos más, sino también porque nos aprecia como profesionales y como personas.
Imagínalo. El reloj marca las primeras horas de la tarde. El sol comienza a estar bajo, el cielo tiene una tonalidad azul que se tiñe de anaranjado de forma sutil. Oímos las risas de nuestros compañeros, de la gente con la que codo con codo luchamos día a día.
Tenemos una copa de vino delante que saboreamos mientras vemos cómo las nubes se dibujan por encima del agua. Una barca solitaria cruza la Albufera, parece que se mece al ritmo de la música suave y tranquila que suena en plano de fondo. Aún huele a la paella de leña que acabáis de comer.
Estás en Nou Racó, junto con tus compañeros de trabajo, en una comida de empresa organizada por la compañía, enmarcada en una jornada de coaching y reflexión. En realidad el motivo no importa. Lo que te hace sonreír es que te cuiden así. Que los responsables del lugar en el que trabajas hayan encontrado la manera de haceros sentir valorados.
En Nou Racó contamos con una serie de espacios de diferentes dimensiones, aptos tanto para reuniones íntimas como para grandes eventos de empresa, que tienen en común dos cosas. Por una parte, un extremo cuidado de los detalles, la decoración y la disposición para tener intimidad. Por otra, el agua de la Albufera, visible desde cualquier punto, dando una sensación de calidez inigualable.
Se trata del lugar perfecto donde las empresas pueden poner en marcha eventos, jornadas, encuentros, seminarios y forums de cualquier tipo, pero en el que siempre habrá un denominador común; los invitados se sentirán cuidados y mimados como nunca, ya que el emplazamiento y las atenciones hablan por sí solas.
Un articulo muy interesante. Muchas gracias por la ilustración. Saludos.